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viernes, 23 de diciembre de 2016

De malarias y esas cosas

Cuántas cosas han pasado... cuantas aventuras, algunas malas. Pero al final sólo queda la experiencia, los buenos momentos y la buena gente, que aún en el peor de los sitios podemos encontrarlos. Hace unos años estuve en África trabajando, en un país perdido en el continente olvidado por todos. En una tribu de allí. Como era de esperar en esa zona me picó el temido mosquito y tuve malaria. La malaria en realidad si se maneja bien no va más allá que una gripe española y a mi, mi superdoctora de campaña, me cogió a tiempo, casi no tuve sintomas. Allí vendían una cajita con cuatro pastillas, por un euro al cambio, que te tomabas y eliminabas el parásito completamente, porque si, la malaria es una de las principales causas de muerte y aquí le tenemos mucho miedo, pero en realidad la gente se muere porque no tiene dinero para pagarse las pastillas... un euro... La verdad es que es muy fuerte ver la situación en la que dejamos que esté esa gente, mientras nosotros nos gastamos 10 eurazos en tomarnos la "última" (los que se lo gasten, que son muchos) y en otras cosas peores. Las pastillas en cuestión eran muy fuertes, y te dejaban todo el día atontado e ido. Recuerdo que se me aparecía un leopardo, como de fuego (obviamente por algún efecto raro de las pastis) y era tan real que he decido que es mi animal totem.
Durante esos días lo pasé bien y mal, la verdad es que el equipo con el que fuí era estupendo y especial, y lleno de grandes personas. Conocí mucha gente y vi cosas muy buenas y bonitas, como en todos los viajes.
Todo lo del leopardo me recuerda sin querer a una película que me gustaba mucho de pequeño, y que tenían mis padres en su colección de VHS, "La Fiera de mi niña", una película de Gary Grant en la que hay un lío divertido con un par de leopardos. No la recuerdo demasiado, tengo que volver a verla.



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