La segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer...

sábado, 22 de marzo de 2008

Lali







Dejadme por favor que os presente a Lali, que amablemente me ha pedido que le suba sus escritos... como no. Éste es el primero... e irán viniendo s








¿Qué como me siento? Ahora soy pluma, pluma capaz de volar sin importarle el rumbo, sin dirección, sólo condicionada del tiempo; aires fríos, calientes…Pluma que es capaz de elevarse de la tierra impulsada por una fuerza mayor, al norte, al sur, cae, vuelve a ascender…
El mundo cambia. Hay gente que lo acepta, otra que se mantiene indiferente envuelta en un inmerso sueño propio, su sueño. Cambia para todos. La gente que no lo acepta, que se siente aprensiva es porque realmente no saben, o sí, que es inútil luchar contra algo inevitable.
¿Cuál es tu sueño? ¿Lo sabes? ¿Lo has buscado?
Cada uno con sus ilusiones permanece callado pero al tiempo hablando dentro de sí, ¿quién soy?
Música para mis oídos y otros lo llaman ruido.
Juventud en la que yo estoy embebida; experiencias nuevas que aportan sabiduría, aquellas en las que uno aprende a base de empujones, trompicones o simplemente sencillas teorías que nunca llegas a entender si falsas o verdaderas son. Me enorgullece poder ser joven, más de uno que antes lo fue desearía poder emprender este camino una vez más. Otros dirían: Ojalá tuviese tu edad sabiendo lo que ya sé. Qué tiene de divertido saber las cosas antes de que pasen, saber que te vas a caer y esquivas a la primera esa gran piedra que estorba; no, esa piedra forma parte del aprendizaje y si uno tiene demasiada experiencia no disfruta. Caer, sufrir, llorar, todo es igual y forma parte de lo mismo. De qué serviría poder amar si ya uno sabe que consecuencias conlleva.
Cada uno representa un mundo diferente aunque las afinidades sean similares.
El origen es el más fundamental de los factores que formarán una sólida personalidad. Naces en un hábitat, creces en el seno de una única familia, tu familia; a lo largo de los años, has conocido a mucha gente que aunque hayan estado tiempo a tu lado lo mismo no la vuelves a ver nunca. Mi trenecito era rojo al igual que el tuyo pero yo en España y tu allí. Las costumbres marcan tu camino.
Religión. El hombre necesita creer; ya sea en algo o alguien. ¿Cuál de todas las religiones es la verdadera? ¿Cuál es en la que debo confiar? ¿Tendrán todas ellas un origen común y el hombre se ha encargado de difuminarlas para hacer más vivos los colores? Nadie lo sabe, sin respuesta, al igual que muchas preguntas más. ¿Enigmas?

Mirando las estrellas me d
ijiste que me amabas y que era lo más importante en tu vida, que estarías conmigo el resto de tu vida y que nada ni nadie conseguiría separarnos. Qué gran mentira.

Río azul con gran caudal, sabio, en movimiento. Vegetación cubre tus orillas acompañándote en todas las estaciones. Llevas vida, eres vida. Te mantienes hoy en calma, mañana resucitas de tu paz y te conviertes en furia.

El corazón, qué importante eres, cuanto te quiero. Eres conmigo generoso, lates, me das vida, pensamiento, emoción. Pero, qué raro eres; a veces me hablas, otras veces pareces enfadado y te callas haciéndome desdichada una vez más. ¿Es qué acaso te molesté? ¿Te he herido y no me perdonas? Yo te amo, no me abandones. Con tu silencio mis palabras ríen, me confunden, me desorientan. Lágrimas caen, vuelve, te necesito.

En una mañana de un viernes cualquiera, me levanté. Observando los fuertes y penetrantes rayos de luz supe quién era y porqué estaba aquí. La vida no había sido lo bastante buena conmigo o no lo suficiente para que yo me sintiese realizada.
Como cada mañana me metí en la ducha con el pensamiento vivo y dormido. Las gotas de agua recorrían mi cuerpo y yo, mirando a ningún sitio, sentí que algo estaba cambiando. En ese momento no sabía que era pero ya no me sentía igual. Cada cosa estaba en su sitio como habitualmente pero a mí me parecía todo diferente.
Me vestí, me perfume y baje a la cocina. Una vez allí vinieron a mi mente recuerdos de la infancia. Intente recordar mi primer día de clase pero no pude, mi memoria a veces me traiciona y parece escasa. Da igual, no tiene importancia.

Llegué a la estación. En el andén miraba a la gente con más detenimiento; unos leían, otros fumaban, la niña del vestido amarillo intentaba enlazar los cordones del zapato pero todavía faltaba más práctica. Todos estábamos allí con un mismo objetivo: llegar, volver, ir.
Los objetos que formaban el paisaje
avanzaban a prisa, todo era desde aquel cristal muy grande y yo me sentía pequeña. Pensaba y pensaba en cómo sería la vida de aquellos que compartían el mismo vagón en el que yo me situaba. Aquella señora de unos 45 años, de pelo rizo y castaño, con ojos claros de un verde intenso, ¿era feliz? Me imaginaba el lugar adonde quería llegar. Era una casa del centro, un piso en la cuarta planta…

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