De pequeñito, el perro era muy mono, juguetón y simpático, corría graciosamente por la calle de las Flores de arriba abajo olisqueando por doquier. A veces sus ladriditos se oían resonando entre las paredes de los vecinos... "el cachorro juega", pensaban.
Ahora, el perro ya no es pequeño, no es gracioso y no dan ganas de abrazarlo... y aunque tenga ganas de jugar, salir, correr y disfrutar del aire libre, se encuentra preso cual Rapuncel en su ventana del segundo piso de la pared naranja; como un barco embotellado, él ha crecido dentro de la habitación y asoma su cabeza al mundo... ya no se oyen los ladridos juguetones de antaño... solo gemidos de soledad y ladridos pidiendo libertad.
¿Cómo puede haber gente así?... "vamos a regalarle un cachorro a los niños"... sí, pero viene con un contrato de unos 15 años... piensatelo antes de adoptarlo... no seas tan HIJODEPUTA.
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